domingo, enero 6

aquí vivía yo

A Perú creo que vine a buscar, entre otros episodios o paisajes que me costaría concretar, a un escritor oriundo de este país. Así, conforme los días pasan, se deduce que no se trataría de una búsqueda física. El sentido, y con él su índole abstracta: se trataría más bien de la huella que Mario Vargas Llosa haya dejado en su país, incesante o tenue; de la imagen que la gente que me cruzo por las mañanas guarda de él, borrosa o clara.

Hay un episodio que, en esta labor inventada, se ha de tener siempre presente: la figura de un escritor transformándose en candidato a las elecciones de Perú en el año 90.

La carga simbólica de las derrotas tiene su metáfora en las reacciones que generan. En este caso fue poner tierra de por medio, dejar Perú, y de paso escribir un libro contándolo. Entonces, cuando aquello, yo todavía no vivía aquí. Si me pagaran por cada pregunta que he hecho sobre M.V.Ll. desde que llegué a esta ciudad ahora no estaría escribiendo estas cosas. Pero qué otra cosa podía hacer.

Pasemos. Antes de esa derrota hubo pues unas elecciones. Y tuvieron su campaña. Aquí habré de pararme, al menos un párrafo. Un párrafo importante. He deducido, una pregunta tras otra, que M.V.Ll. cometió un error grave durante aquellos meses. Eligió una opción, digamos, moral: no mentir. En la actividad política la verdad a veces parece resultar en derrotas. La verdad que se imponía era que la economía del Perú, aquellos días, necesitaba de medidas drásticas, pues así lo decían sus diagnósticos. Lo que se suele llamar un shock. Para los que no se orienten, un shock es esto, una subida drástica de precios para frenar la devaluación de una moneda. Quien habla en esa aparición televisada, con su grotesca coletilla divina, es el ministro de economía nombrado por el ganador de aquellas elecciones. Entonces una mentira que se intuía salió a la luz: el vencedor siempre negó que, una vez en el poder, fuese a adoptar aquellas medidas impopulares. El resultado de aquella maniobra, junto con errores propios y ajenos del candidato que se podrían tratar en otro entretiempo, fue que al escritor se le rechazó en las urnas.

Y ahora se ha de coger carrerilla o aguantar la respiración. Porque esta mentira esconde alguna clave. En este país, uno de tantos, se acepta que un aspirante a presidente de la república perdió las elecciones, entre otros motivos, por decir la verdad. Bien. Pase. No dejan de ser unas elecciones de hace 18 años, cuyos efectos y consecuencias ahí siguen, en los tribunales y fuera de ellos.

Las mentiras, y sus caras. En el reverso de esta constatación se deduce algo peor, se lee que un buen político, el político de carrera, el político comme il faut, ha de mentir para serlo. No habría otra opción y ahí está el camino para el que quiera intentarlo: mienta usted.

Esta forma simple de verlo iluminaría la alta consideración que se tiene de la actividad política en determinados países, y quizá pueda ser un hilo del que tirar para explicar la abstención electoral en los países avanzados. No lo sé.

Yo entonces no vivía aquí. Desconozco también hasta qué punto las cosas habrán cambiado desde entonces. Siendo optimistas, parece que no mucho.
Eso, y lo modesto de mi planteamiento: yo vine a buscar a un escritor, y he dado de bruces con la política (a la que uno se cruza tantas veces) y también con sus mentiras.
Pero continuo sobre otras pistas, mucho más literarias, que van surgiendo conforme sigo a este hombre: también las iré haciendo llegar.


''Sólo un idiota puede ser totalmente feliz"
M.V.Ll.


Y los días van pasando: espero que estéis bien.

1 comentario:

Camille dijo...

Je comprends de mieux en mieux ton amitié avec M.V.Ll; homme de convictions, intègre et loyal. Cette nouvelle entrée reflète à merveille ta grande personnalité.

Il a pleut sur Lima la grise. Travaille bien.