miércoles, mayo 28

Un problema peruano


Me encuentro con mi gran amigo C. paseando por una calle limeña, al costado de los malecones: por aquí la ciudad respeta algo al peatón (un algo que resulta ser siempre insuficiente).

Este C., hombre entrañable al que hacía días que no veía, es un español quien últimamente anda preocupado, yo esto se lo noto nada más estrecharle la mano: me dice que ha sufrido algunos alifafes que le han dejado algo desorientado, pues no se los esperaba. C. ya tiene sus años, muchos más que los míos, años que últimamente lleva de aquella manera.
Yo, sobre todas las cosas, encuentro que se le han juntado los kilos, demasiados, todos por la cintura, gordo, un cuerpo como de pera, con una falta de agilidad tremenda, sobre todo cuando nos ponemos a andar, acompañándonos. Un momento dado me coge del brazo para hablarme, bajando algo la voz dice:
-Estos achaques... lo mío anda mal, muy mal: son los negocios que no terminan de avanzar.

Lo suyo: C. tiene una gran fe en un proyecto en el que lleva metido un tiempo, que fue la razón por la que nos conocimos, pues alguna cosa de estas veo en mi trabajo de ahora. Un proyecto mastodóntico, granítico, inabarcable por la cantidad de dinero que requiere, del cual me ha hablado muchas veces -aunque esta es la primera que lo hacemos frente al mar, cosa que se agradece. Así, por razones que no vienen al caso, el proyecto no termina de arrancar, lo que le genera a mi amigo una comezón que a mi me pone algo triste.
En cualquier caso, el proyecto puede dar una cantidad de dinero considerable a mi amigo, si termina por salir.

Es esta sensación -hacer dinero- la que en estos momentos reina en el Perú: la impresión general es que el que posee un dinerillo ahorrado y decide invertirlo puede ganar otro poco, e ir avanzando con la reinversión. El peruano -de carácter por lo general poco avispado para los negocios- empieza a cuidar la idea de hacer crecer al país mediante la inversión: cada vez hay más empresas, más comercio, más bancos, más prensa salmón: sí, los negocios van avanzando. Esto es algo insólito en el país, e infrecuente en el continente -exceptuando a los chilenos.
Yo creo que esto, estas enormes expectativas creadas, lo son todo, pues se contagian por Lima a una velocidad magnífica. Estas expectativas, o siendo exactos, su inexistencia, eran un problema peruano que atoraba al país. Ahora que el país echa a andar va dejando atrás esto y otras cosas; y de paso sus ciudadanos van ganando un dinero -como para ir tirando.

O así se lo hago ver a mi buen amigo C., quien, cariacontecido, se molesta un poco con mi respuesta optimista ante estas inquietudes locales que me plantea. Pero yo le entiendo, pues este hombre es muy terco. Después de casi 50 años en Perú mi amigo no posee ninguna cualidad del carácter local, que son muchas.

Lo que más ha unido a C. conmigo es el hecho de que ambos somos de la capital de Aragón. Nunca he visto un carácter tan de la tierra: es un aragonés muy terco, algo rígido en los pensamientos, y muy devoto de la virgen del Pilar, a la que suele nombrarme a menudo, sobre todo cuando habla de la providencia que va zurciendo los negocios: este hombre nunca dejará de ser lo que es, esto es, un carácter muy zaragozano, un localista extremo, muy de la tierra que pisaba en su día.

Y los días van pasando: espero que estéis bien.

sábado, mayo 17

La tarde, por última vez.

Ya eran días, días en los que casi he llegado a perder la costumbre de sentarme en este cuarto que da al patio interior y levantar la persiana del blog. Hoy, luego de haber comido en la gloria, y mientras rumiaba el vino, he vuelto por donde solía, acumulando alguna cosa que paso a contar; o esta sería mi pretensión.

Pero antes de nada habré de decir, pues no creo haberlo hecho antes, que a mi, como a Camba: "la idea que yo les dé a ustedes será casi siempre una idea personal, y por eso necesito que ustedes me conozcan antes de entrar en tarea para que no me tomen nunca completamente en serio. Ni completamente en serio ni completamente en broma". A mi, pues, como a Camba.

Yo he estado por aquí, por Lima, intentando hacerme con mis costumbres: son sus yuxtaposiciones las que vendrían a conformar una vida. En este caso la mía, lo cual me hace estimar mucho estas costumbres.

Vine a esta ciudad -a pasar una temporada- entre otras cosas atraído por su literatura, por lo que yo había leído y que al parecer tenía como escenario esta capital. En fin, aquí tengo que reconocer el error de haberme dejado guiar por las mentiras que componen la literatura. Pues aun cuando son ciertas no dejan de ser verdades muy bien mentidas, como dijo Onetti.

Guiado entonces por aquellos engaños, yo pensé que venía a descubrir una ciudad -Lima- que no solo no existe tal cual la leí, sino que hace años que dejó de ser. Y también aquí hubo dejadez por mi parte, enorme, imperdonable, pues no tendría más que haber descolgado el teléfono y llamar para preguntar si esto o aquello seguían como acababa de leer: en Lima el pasado no existe, pues las ciudades que cambian tanto en tan poco tiempo suelen prescindir de la memoria para acoger, mal que bien, a los que van llegando.

Lima se dejó llevar, y el resultado son sus calles y barrios, imposibles de transitar por el papel que juegan en el drama estético. Esta conclusión ha requerido algún tiempo, pero ha sido un alivio llegar hasta aquí. Porque ahora me queda saber qué ciudad estoy buscando, es decir, la ciudad como deseo y también como quimera. He decidido, para esta tarea, hacer uso de los periódicos y dejar de lado la literatura durante algún tiempo. Por si las decepciones.

"[Lima] Se ha vuelto una urbe donde dos millones de personas [hoy son más de ocho] se dan de manotazos, en medio de bocinas, radios salvajes, congestiones humanas y otras demencias contemporáneas, para pervivir. Dos millones de seres que se desplazan abriéndose paso (...) entre las fieras que de los hombres hace el subdesarrollo aglomerante. (...) El embotellamiento de vehículos en el centro y las avenidas, la ruda competencia de buhoneros y mendigos, las fatigadas colas ante los incapaces medios de transporte, la crisis de alojamiento, los aniegos debidos a las tuberías que estallan, el imperfecto tejido telefónico que ejerece la neurosis, todo es obra de la improvisación y la malicia. (...) [el de provincias y el extranjero] llegan a la ciudad llenos de futuro y, al cabo de unos años, han derrochado, en no se sabe bien qué, la voluntad de progreso que los desplazó."
Sebastián Salazar Bondy, Lima la horrible

"Uno nace en la ciudad que inventa. Uno inventa la ciudad en que vive. Entre una y otra, uno es inventado por realidades cotidianas. Y lo más cotidiano es el recuerdo."
Manuel Ramos Otero, La fea Otero

"Quizá esta deformación de la realidad se deba a una sensación, por parte del exiliado, de que, en efecto, ni la tierra abandonada ni la ciudad que le ha acogido hacen parte ya de su propia identidad."
Dioniso Cañas, El poeta y la ciudad. Nueva York y los escritores hispanos

El invierno ya ha comenzado en Miraflores.
Y los días van acortándose: espero que estéis bien.